Creencias de Fariseos

Estudio tomado de sujetosalaroca.org muy buen blog de mi Hno. Eduardo

Hace unas semanas me relataron la creencia de una persona que me pareció increíble. Resulta que esta persona evita, o mejor dicho, no usa ropa de otras personas, inclusive hermanos o hermanas, porque le da miedo contaminarse con alguna maldición que tenga la persona dueña de la prenda de vestir.

Me pareció increíble porque nunca había escuchado una tontería como esa. Pero, como si fuera un mensaje para confirmarme el triste estado del evangelicalismo latinoamericano, hace unos días recibí un correo de un hermano que me pedía consejos sobre la práctica de la imposición de manos en la Biblia. Él quería saber cual era esa práctica y cuando se utilizaba. Yo le dí una breve respuesta y algunas citas bíblicas, pero lo que me sorprendió fue su respuesta. En su mensaje, me contaba que en un estudio bíblico al cual asistía, se le había enseñado que no se debía imponer las manos a un homosexual por el riesgo de que se pudiera transferir algún pecado al creyente.

Parece risible, pero es verdaderamente triste. Es triste porque estas son las enseñanzas que salen de muchos púlpitos en la actualidad. No deseo hacer un gran análisis de esta enseñanza. Lo que sí deseo hacer es refutarla a la luz de las enseñanzas novotestamentarias. Es que acaso la Biblia dice que un hombre puede contaminarse por usar la ropa de otra persona? Puede un pecado transmitirse a otro hombre por una prenda de vestir? La respuesta bíblica es un rotundo no! En el evangelio de Marcos se compara esta creencia con una doctrina farisaica. Veamos lo que ocurre en Marcos 7,

1 Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; 2 los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. 3 Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. 4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos. 5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? 6 Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. 7 Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. 8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. 9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. 10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. 11 Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, 12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, 13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas. 14 Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: 15 Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. 16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga” Marcos 7: 1-16

En este pasaje vemos a los fariseos acercarse a Jesús para interrogarlo sobre una práctica de sus discípulos que era contraria a su propia tradición. La tradición judía era la de lavarse en muchas ocasiones y repetidamente las manos para evitar contaminar su cuerpo con algo que hubieran tocado. Por ejemplo, se dice que los judíos luego de ir al mercado volvían a sus casas y se lavaban las manos profundamente por aquello de haber tocado a un gentil y poder contaminar su cuerpo con el pecado de ese hombre.


Jesús les llamó hipócritas. El Señor utilizó palabras fuertes para los judíos quienes ponían, como lo hacen los católicos romanos hoy en día, las tradiciones humanas sobre las Escrituras. La verdad es que Dios nunca había ordenado el lavamiento de manos, como era practicado por los fariseos, como un medio para no contaminarse. Es más, en el Antiguo Testamento quedaba claramente establecido que el hombre no se podía contaminar con cosas externas, pues ya estaba totalmente contaminado con lo que había en su corazón (Génesis 6: 5; 1 Reyes 8: 46; etc).

Sin embargo los fariseos creyéndose limpios y puros habían adoptado unas costumbres con el fin de negar su propia maldad. Por ello es que Cristo los llama hipócritas. Estaban negando su propio pecado y atribuyéndoselo quizás a algo externo a ellos. Si pecaban, entonces, quizás había sido porque tocaron algo o a alguien que era un pecador. Quizás el pecado de esa persona se le había pasado y le había hecho transgredir la ley de Dios.

Esto es exactamente lo que hacen muchos creyentes. Viven en hipocresía! Niegan que sus corazones son tan depravados y perversos (Jeremías 17: 9), que tienen que atribuirle a otras cosas externas a ellos el pecado que fue cometido en su vida. Si pecan y se han puesto el abrigo de otra persona, entonces quizás fue que se contaminaron con el pecado de esa persona. Hipócritamente niegan la maldad de sus propios corazones. Y esto era lo que hacían los fariseos y lo que hacen aún en nuestros días muchos creyentes.

Pero, que fue lo que les enseñó Cristo a sus discípulos? Si leemos el resto del pasaje encontraremos lo siguiente,

¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. 20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” Marcos 7: 18b-23

Está esto de acuerdo con las creencias de estos creyentes en la actualidad? Jamás! Sus doctrinas son más farisaicas que bíblicas, y es por ello que debemos rechazarlas. Lo que contamina al hombre es lo que proviene de su propio corazón. Noten la larga lista de pecados que cita Cristo y que achaca a los corazones de los hombres. Son estas maldades las que contaminan a un hombre, no es la ropa que nos pongamos, ni la comida que ingiramos, ni tocar a un homosexual. Lo que nos hace pecadores es el perverso corazón que tenemos.

A la verdad el verdadero creyente reconoce su maldad y su pecado. Reconoce que vive diariamente en una lucha constante con la maldad en su corazón. Reconoce que a pesar de haber sido libertado por el poder de Dios de las garras del pecado, aún el mal mora en su corazón y debe enfrentarse a él y batallar duramente cada día. El creyente es aún un pecador!Pablo lo describe de la siguiente manera en la epístola a los Romanos,

14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 !!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7: 14-24

Puede decir esto de sí mismos aquellos que creen que se pueden contaminar con el pecado de otra persona por utilizar su ropa? Lo que hacen estos creyentes contemporáneos adoptando esas viejas doctrinas de los fariseos es callar la verdad que les es revelada por su conciencia. Por medio de ritos diseñados por hombres han querido apagar la voz de su conciencia que les repite que su corazón es malvado y que necesitan arrepentirse constantemente ante Dios. Jesús les dice: Hipócritas!

Dejémonos de tonterías. Desechemos esas tradiciones humanas. Conozcamos y profundicemos en las verdades reveladas en las Escrituras acerca de la verdadera condición del hombre. El evangelio es para aquellos que se ven a sí mismos como pecadores, no para los que con una actitud farisaica intentan ocultar su verdadero corazón.

sujetosalaroca.org

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