NO BAJO LA LEY, SINO BAJO LA GRACIA

Por Sugel Michelén

Uno de los textos favoritos de los antinomianos, aquellos que niegan la vigencia de la ley moral en la vida del cristiano, es Rom. 6:14: “No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”.

Para ellos está claro que los creyentes en Cristo no tienen obligación alguna con el Decálogo; que esa ley quedó en desuso con la obra redentora de Cristo; y más aún, que cualquier intento de establecer obediencia a la ley moral de Dios es un atentado contra la gracia del evangelio.

“El estar bajo la gracia, significa que no estamos bajo la ley; por tanto, aquellos que se ponen bajo la ley, están negando la gracia, están negando la esencia misma del evangelio de Cristo”. Pero ¿es esto realmente lo que enseña este pasaje de las Escrituras, que los cristianos no tienen ya ninguna obligación con la ley moral de Dios?

Si esto fuese así, ¿cómo podríamos congeniar este texto con todas las otras enseñanzas de las Escrituras que en una forma clara y contundente nos muestran que mientras Dios sea Dios y el hombre sea hombre estamos bajo la obligación de obedecer Sus estándares morales?

¿Significa esto acaso que ya no tiene importancia si violamos los Diez Mandamientos? ¿Que ya no es pecado adulterar, ni robar, ni cometer homicidio? Si los Diez Mandamientos no están en vigor, y ya no atan al cristiano, ¿deberíamos concluir, entonces, que el hacer estas cosas ya no son pecaminosas?

Esta interpretación de las palabras de Pablo tiene repercusiones muy serias como podemos ver. Si Pablo estaba enseñando aquí que la gracia de Dios anula la ley, debemos suponer que un cambio enorme se ha producido en el mundo con la venida de Cristo, que no solo afecta el gobierno de Dios, sino también Su carácter.

Los Diez Mandamientos no son más que un reflejo del carácter santo de Dios. Si estos han caducado, y ya no demandan ser obedecidos, ¿dónde queda en todo esto el carácter de Dios? ¿Será acaso que Su carácter ha cambiado, que Dios es ahora menos santo y menos justo? Yo estoy seguro que ningún antinomiano estaría dispuesto a afirmar una cosa como esta.

¿Cómo explicamos el cambio, entonces? Alguien dirá: “Eso es muy simple: Dios sigue siendo santo, pero ante nuestra imposibilidad de cumplir la ley, Cristo la cumplió en nuestro lugar, para que nosotros no tuviéramos que preocuparnos por esto”.

Suena ingenioso, pero choca una vez más con el carácter de Dios. Dios es amor, dice la Escritura, y en Su amor Él desea nuestro bien, y es precisamente porque quiere nuestro bien que no sólo nos dio Su ley, sino que también nos transforma para que podamos andar en esa senda bienaventurada (comp. Deut. 5:28-29; 6:24; 10:12-13; Sal. 1; 19:8; 119:1).

No es solo para preservar Su gloria y Su santidad que Dios exige que Su pueblo sea santo, sino también por el mismo bien del pueblo. Es que Dios sabe que el pecado es un engaño, que promete mucho y no da nada, excepto frustración y dolor. Si Dios echara a un lado las demandas de Su ley, ¿dónde queda ahora el amor y la bondad que El manifestó en el hecho de darnos la ley?

¿Podríamos decir que un padre ama a sus hijos, cuando ese padre no les da ninguna instrucción, ninguna dirección, cuando ese padre no procura que sus hijos vayan por un camino que él sabe que es el mejor para ellos? La Biblia dice que un padre que no corrige ni instruye a sus hijos, está mostrando con ello que no los ama, sino que los aborrece.

¿Es nuestro Dios un Padre descuidado e irresponsable? ¿O es más bien un Padre que desea lo mejor para Sus hijos, y que no solo les dio Su ley, sino que también los disciplina para que vivan conforme a esa ley? ¿Cuál de estas imágenes representan mejor a nuestro Padre celestial? Comp. He. 12:5-11.

Nuestro Dios no es un Padre irresponsable. El disciplina a Sus hijos para que anden en santidad; y andar en santidad no es otra cosa que vivir a la luz del carácter moral resumido en los Diez Mandamientos. ¿Qué significa, entonces, Rom. 6:14? ¿En qué sentido no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? Más adelante espero responder esta pregunta.

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