¡Que vuestro amor sea sin fingimiento!



Por Sugel Michelen
Es impresionante ver cuánto podamos extraer de un sólo versículo de la Biblia sin agotar su significado. Y el texto de 1P. 1:22 no es una excepción. Durante varios días hemos estado posteando algunas de las enseñanzas que este pasaje contiene acerca del amor cristiano, y hoy quiero enfocar un aspecto más: el hecho de que el amor verdadero es sincero, genuino.

Hay dos elementos en el texto que señalan hacia este aspecto del amor cristiano. En primer lugar, Pedro nos dice que nuestro amor debe ser sin fingimiento; y luego añade que debe brotar de un corazón puro.


La frase “sin fingimiento” es la traducción de una sola palabra griega anupókriton que significa “sin hipocresía”, una palabra que no tenía originalmente la connotación negativa que ahora tiene. En el mundo grecorromano se le llamaba “hipócrita” al actor que representaba un papel en el teatro. Estos actores solían usar máscaras con dispositivos que les permitían proyectar la voz. De ahí que, luego, la palabra “hipócrita” comenzó a usarse para denotar engaño o fingimiento. Así como los actores del teatro representan un papel que no corresponde con la realidad, así también hacen los hipócritas: representan un papel, pretenden ser lo que no son, sentir lo que no sienten, tener una motivación que no tienen.

El hipócrita da limosna, pero no para saciar al hambriento y socorrer al pobre, sino para ganar una buena reputación delante de los demás; y lo mismo hace con la oración y el ayuno (Mt. 6:1-18). Es el hombre que esconde su egoísmo en un manto religioso (comp. Mt. 15:7; Lc. 13:15).

El hipócrita es el individuo que se acerca al hermano en la iglesia y pretende hacer algo por él, pero no porque tiene la intención de servirle y ayudarle, sino porque sabe que de alguna manera ese hermano puede favorecerlo.

Por eso es que el Señor nos manda hacerle bien, especialmente a aquellos que no nos pueden devolver el favor (Sant. 1:27). No es que nos olvidemos de los demás. Debemos ministrar a todo el que nos necesite, sea pobre o sea rico. Pero la motivación debe ser siempre el bienestar de mi hermano y no el beneficio personal que podemos derivar de él.

Eso es amar sin fingimiento, sin hipocresía, procurando únicamente la gloria de Dios y el bienestar de mis hermanos. Pedro nos dice que este es un amor que nace de un corazón puro, santificado, libre de motivaciones ocultas.

Por otro lado, este es un amor que no se manifiesta en palabras solamente. El amor que solo se expresa verbalmente es otra forma de hipocresía (1Jn. 3:16-18; 4:9-11).

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